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Hacer una iglesia de Jesús a contracorriente de las ‘iglesias’

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Dos días antes de que sonara el nombre de Francisco en la plaza de San Pedro, un grupo de cristianos se reúne en Santiago de Chile, como de costumbre,  congregados por Jesús y su Espíritu- Pero ese es día el diálogo es especialmente intenso y de esa vivencia sale el documento que publicamos. Uno de los asistentes firmantes es Manuel Ossa, colaborador de ATRIO,  amigo y traductor de Roger Lenaers. Él nos  envía este texto. Independientemente de Francisco, ellos deseaban otra Iglesia de creyentes, abierta “a todos, incluso a los que ahora se llaman Obispos o Papas, en ejercicio o eméritos”.

Manifiesto de cristianos

Unas treinta personas nos reunimos el lunes pasado, 11 de marzo de 2013, en el Centro Diego de Medellín,  para conversar e intercambiar opiniones sobre la iglesia en la actual situación de renuncia papal. Sentimos como un regalo el solo hecho de juntarnos. Pero del grupo que se juntó, salió algo más. Parece que estuvimos haciendo iglesia, porque en las varias etapas de nuestro caminar dialogal, sentíamos que de algún modo “nuestro corazón ardía”

Nos dimos cuenta de que la renuncia a ser Papa de Joseph Ratzinger nos había conmovido profundamente. No sólo por lo inusual del hecho, sino por el trasfondo de profundo malestar del que tal acto fue expresión. Aunque no lo dijo, a nuestro hermano debió dolerle la Iglesia Católica Romana que él dejaba de presidir en ese acto.

Nos hacemos cargo de ese dolor, porque es también el nuestro. Nos duele esa iglesia en la que se han frustrado las esperanzas levantadas por el Concilio Vaticano II.

En vez de definirse como pueblo de Dios, en la línea del Concilio, esa iglesia oficial ha reforzado su carácter jerárquico y autocrático. En vez de abrirse a una participación femenina activa en todos los niveles de las llamadas funciones pastorales, se ha mantenido como una organización en último término dominada por varones. En vez de escuchar a los jóvenes y sensibilizarse a sus inquietudes, les ha opuesto una moral negativa y poco realista. En vez de favorecer la igualdad de todos y el respeto a la diversidad de las personas, se ha obstinado en discriminar a muchos en razón de opciones sexuales diferentes. En vez de oponerse claramente a la dictadura del neoliberalismo, – un modelo pensado para que existan pobres y que vive de generar pobreza, desigualdad y opresión -, la iglesia oficial convive y negocia con el mismo, haciéndose su cómplice y contrariando en los hechos sus declaraciones de doctrina social. Somos responsables de ello como cristianos.

Dejamos para el último y aparte la mención de los abusos sexuales cometidos y largo tiempo silenciados, y los manejos financieros oscuros en que se han visto implicados muchas personas e instituciones eclesiásticas.

Sentimos que esa forma de ser iglesia está agotada y se ha vuelto irrelevante porque se ha separado del evangelio y por lo mismo no tiene mensaje para el mundo de hoy.

En este encuentro del lunes 11 de marzo y en los de muchos otros grupos cristianos, estamos viviendo un momento nuevo. La renuncia papal ha gatillado la conciencia de que ésta es nuestra hora: la de tener la audacia de los primeros cristianos para volver a Jesús solo, al darnos cuenta de que la mediación que debería ser la iglesia no está a la altura de su cometido. Cuando la mediación falla, hay que rehacerla, reformarla, como se dijo hace ya tiempo. Y se constató que aún “reformada”, el proceso de reforma debía recomenzar siempre de nuevo. Esto es parte de lo que se expresa con el término más amplio de conversión. Lo experimentamos en esta misma reunión autoconvocada y en la esperanza que se despierta en muchos y se muestra en numerosos grupos que se están manifestando como éste.

La visión de muchos jóvenes cristianos es que el Papa no es el “papá” de la iglesia. No hemos quedado huérfanos. Y en este encuentro hemos comprobado que los mayores estamos sintiendo igual que los jóvenes. Sentimos el vigor nuevo del espíritu que hoy nos anima a todos y todas, y que, confiamos, sea el mismo de Jesús. En ese espíritu queremos seguir caminando, pues percibimos que la iglesia de Jesús es otra cosa y que esa otra figura de iglesia deberá acontecer, llegar hasta nosotros, nacer en nosotros, volverse palpable y experimentable algún día. En un momento tan desolado de la historia de nuestro pequeño gran mundo, Jesús es nuestra opción, no el Jesús de dogmas lejanos e incomprensibles hoy, sino el que vieron gente como Oscar Romero, Helder Cámara o Enrique Alvear, quienes nos lo han mostrado a él, viviendo en medio de los pobres, pobre con ellos, desheredado, apartado y excluido del banquete de Epulón, como el resucitado en una nueva dignidad que no se compra, sino se adquiere en la firmeza de la conciencia y de la lucha.

Una iglesia que ponga así sus ojos en Jesús y en el pobre, es nuestra iglesia verdadera. Ella es la católica, por estar llamada a ser universal, y en ella queremos cobijarnos, para construirla desde adentro y recibirla como regalo cuando acontezca de veras. Nos integramos a ella incluso aquéllos que  parecemos estar afuera: quienes atribuimos el ser incrédulos a esa forma de ser iglesia que nos ha impedido creer; nos integramos también quienes nos hemos apartado o hemos sido excomulgados como herejes, por no aguantar la ínfulas romanas ni sus arbitrios. Es una iglesia en que ya no habrá distinción de confesiones, porque protestantes, luteranos, reformados, evangélicos… caben también en ella y pueden sentirse en su casa y autónomos. Todas y todos descubrimos hoy una nueva, abundante y colorida manera de ser católicos.

Ayer silabeamos algunos de los rasgos de este nuevo catolicismo que entrevemos. Aquí van algunas de las sílabas que dijimos como ensayando, y que poco a  poco se irán convirtiendo en palabras creadoras y en hechos históricos.

  • Liberados del clericalismo, empoderados o investidos del poder que somos y tenemos como grupo – “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre…” – y creyendo, pues, en esa presencia ausente, la de Jesús con nosotros y en el vínculo que nos une, nos comprometemos a tomar nuestra responsabilidad a dos manos, para hacer iglesia allí donde nos encontremos, por ejemplo, como lo hacen ya los jóvenes quienes llevan el evangelio a la calle donde se manifiestan por una nueva educación, por la igualdad de trato y de respeto por las opciones sexuales, por la aceptación magnánima de la diversidad. Porque somos iglesia para que exista solidaridad en el mundo.
  • Nuestra posición es de desobediencia en aquellas cosas que no son de Jesús. Y eso lo discernimos comunitariamente. Tenemos poder de decisión fundado en el evangelio Creemos que también nosotros somos iglesia. Porque amamos la iglesia, queremos luchar por y dentro de ella en el cambio de sus estructuras.
  • Nos comprometemos a hacer una iglesia de Jesús a contracorriente de las “iglesias” que en los hechos han dejado de serlo, por haberse aliado con los “poderes y potestades” de este mundo que son la finanzas especulativas, los capitalismos expoliadores y los señoríos políticos.
  • Hacer iglesia es mirar hacia fuera y estar en el mundo real, metidos y comprometidos en las luchas ciudadanas,  para impedir la acción de quienes dicen construirlo y en los hechos lo destruyen y para instaurar la verdad y la justicia allí donde el  poder económico ejerce violencia a través de las  instituciones militares y policiales. Esa es la iglesia viva, la que vive con el pueblo y en el  pueblo, porque nace de él.
  • Hacer iglesia es diseñar, elaborar y comenzar desde ahora a vivir, poco a poco, con paciencia y tenacidad, pero también con gozo y humor, la figura de una sociedad nueva.

Quisiéramos ganar para esta forma de ser iglesia a todos, incluso a los que ahora se llaman Obispos o Papas, en ejercicio o eméritos. No condicionamos nuestro proyecto y nuestra acción a un cambio inmediato en estas personas o funcionarios. Iremos preparando el camino para que tenga lugar en plenitud una mutación que ya se está gestando.

En el futuro, nuestros dirigentes, acompañantes espirituales, liturgos, orientadores o profetas serán igualmente mujeres que hombres. Tal vez no se llamarán sacerdotes ni obispos ni pastores ni padres o madres, sino quizás compañeros y compañeras, hermanas y hermanos, conductores o facilitadores de las iniciativas que, como sujetos autónomos, procuremos tomar decisiones comunitariamente… No recibirán más honores ni dignidades que la propia dignidad de todo ser humano. A medida que se desarrollen sus carismas, iremos encontrando la manera de nombrarlos. Las y los iremos reconociendo en el ejercicio mismo de sus funciones, aprobándoles en sus cargos por votación de todas y todos, o, cuando sea necesario, revocando sus funciones o pidiéndoles hermanablemente su renuncia.

Tal vez llegará un día en que el Papado, como función de la unidad de la fe en la variedad de los dones, sea ejercido colegiada y hermanablemente por hombres y mujeres dialogantes que serán escogidos por el extenso pueblo de Dios de todas las lenguas y colores de esta tierra.

Conversado en Santiago, el 11 de marzo de 2013, antes de la elección del Papa Francisco, y ratificado algunos días después por la siguiente lista de personas que participaron en dicha reunión:

Vicente Morales, José María Jarry, Ana María Olguín, Luisa Caro,, Verónica Salas,, Sandra Segovia, María Inés Urrutia, Juan Subercaseaux, Raúl Rosales, Hervi Lara, Verónica Espinoza, Corina Varela, Manuel Ossa, Luis Ramírez, Manuel Hidalgo, Abelardo Ahumada, Juan Bautista Gatica


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